Corría 1999, aterrizaba sin decir nada un juego de estrategia en tiempo real que, tanto por su belleza gráfica como por su ambientación única, había trascendido en el género. Además, el título ofrecía una idea aún no explotada: la posibilidad de ser atacado desde todos los lados (arriba y abajo y también por los lados) gracias a una cámara completamente libre. Con su ambiente de ópera espacial, su calidad gráfica impecable y su jugabilidad muy elaborada, uno podría preguntarse cómo los muchachos de Relic pudieron llevar el vicio aún más lejos. A primera vista, no tendrá cabida aquí el término "revolución" (el primer episodio ya había puesto el listón muy alto) sino el de "evolución". De hecho, los habituales no estarán fuera de lugar e incluso pueden tener un ligero sabor a deja vu. Empezando por la historia que no es otra que la continuidad del guión de la primera parte. Los Hiigarans, descendientes del pueblo Kushan, a quienes habías ayudado antes, están esta vez amenazados por el imperio Vaygr, colonizadores de mundos lejanos. Una amenaza que tendrán que repeler con la ayuda de tu nave nodriza.
Hogar, dulce hogar
Así que aquí estás de nuevo a los mandos de la nave nodriza que no ha cambiado ni un ápice. Por lo tanto, es a partir de esta magnífica máquina que podrás construir una armada de barcos pero también de fragatas. Y como en todo buen RTS que se precie, la recopilación de recursos es el principal leitmotiv para poder evolucionar tu flota. Solo habrá dos recursos a recuperar, sumados por asteroides o cadáveres de naves, facilitando así la investigación. Una vez que hayas asimilado estos recursos, podrás construir unidades de ataque, defensa o utilización a tu antojo. Estas unidades resultan variadas ofreciendo todo tipo de barcos para luchar contra el enemigo (destructores, bombarderos, torpederos, cazadores, artilleros, etc.). Al tener lugar en el espacio, el área de juego es realmente tridimensional gracias a una cámara completamente libre, que se puede manipular a voluntad. Baste decir que el agarre requerirá unas horas de juego antes de sentirse cómodo, aunque la interfaz se ha simplificado respecto al primero. Si bien los habituales no tendrán demasiados problemas para encontrarse, es muy probable que los novatos abusen del tutorial antes de que puedan dominar a la bestia. La otra particularidad de Homeworld 2 es ofrecer dos visiones del campo de batalla. El primero, más táctico, se caracteriza por un juego de líneas y formas geométricas, lo que permite un manejo del combate más avanzado pero bastante difícil de distinguir. La segunda visión no es otra que la denominada visión "normal" y que la mayoría de vosotros utilizaréis. La evaluación de las distancias también es un parámetro a tener en cuenta y dominar. En este entorno tan vasto como el espacio, muchas veces es difícil distinguir las longitudes que separan un punto de otro. Y no perdona especialmente cuando el enemigo te ataca y el pánico se apodera de la serenidad, impidiéndote así establecer tu estrategia. Como en la primera parte, también podrá acercar y alejar a voluntad sus unidades y apreciar el trabajo realizado en las diferentes máquinas.
¿Y qué hay de nuevo en todo esto?
Aunque en general se siente como el mismo juego solo que mejor, Homeworld 2 ofrece algunas innovaciones bienvenidas. En primer lugar, se ha revisado la gestión de determinadas unidades, simplificando así nuestra tarea. De hecho, en lugar de crear una unidad de aviones, simplemente obtendrás un escuadrón de barcos que se moverán en grupo. La otra gran novedad del título que se puede aplaudir con ambas manos es la aparición de módulos sobre grandes artilugios que mejoran la potencia de fuego o la resistencia del casco. Estos módulos pueden ser el objetivo de nuestros disparos, permitiéndonos así acertar en tal o cual parte de la nave. Si, por ejemplo, comienzas a disparar al módulo de creación de unidades, el dispositivo objetivo ya no podrá generar naves que puedan protegerlo. Lo mismo ocurre con sus torretas de protección o incluso con sus reactores. Siempre a nivel estratégico, habrá que minimizar las pérdidas durante muchas batallas ya que solo las naves que salgan ilesas podrán pasar a la siguiente misión. En definitiva, todas estas novedades puestas a nuestro servicio, nos permiten ganar en estrategia y llevar aún más lejos la jugabilidad. También recordamos una interfaz compleja y algo intrusiva en el primer Homeworld. Para su secuela, además de su simplificación, la interfaz se puede reducir al máximo para dejarnos disfrutar de la belleza del juego.
rico e inteligente
La otra piedra angular del título de Sierra es, de hecho, su calidad gráfica. E incluso si las diferencias entre los dos episodios no son obvias, es bastante difícil no caer bajo el hechizo de esta fascinante ópera espacial. Los colores son resplandecientes con un dominio naranja del efecto más hermoso. La banda sonora, por su parte, asegura una inmersión total con una música que encaja a la perfección con la acción. Dispara en todas direcciones, las naves chocan contra artefactos más grandes generando explosiones que llenan los oídos. El motor no es fundamentalmente codicioso y las configuraciones menos costosas aún podrán ejecutarlo. Con sus 15 misiones, uno pensaría que el software termina con bastante facilidad. No es así ya que la dificultad aumentada y en ocasiones abusiva nos obliga a luchar durante horas antes de ver el final del mismo, lo que sin duda molestará a los menos pacientes. Esos podrán vaciar sus cabezas en el modo multijugador que permite hasta seis jugadores en la red y en la red, con la posibilidad de encarnar tanto a los Hiigarans como a los Vaygrs.
Homeworld 2, por tanto, sigue el camino lógico que había tomado su antecesor para ofrecernos un espectáculo a la altura de nuestras expectativas. Combinando una estética sublime con una jugabilidad rica e inteligente, el título desarrollado por Relic es uno de los imprescindibles en su categoría. Sería una verdadera pena perderlo.